"Marchaba alrededor de la piscina, desnuda, junto a un montón de mujeres
desnudas. Tomás estaba arriba en un cesto que colgaba del techo de la
piscina, les gritaba, las obligaba a cantar y a hacer flexiones.
Cuando alguna hacía mal un ejercicio, le disparaba.
Quiero
volver una vez más a ese sueño: el terror no empezaba en el momento en
que Tomás disparaba el primer tiro. El sueño era horroroso desde el
comienzo. Ir desnuda junto a las demás mujeres desnudas, marcando el
paso, era para Teresa la imagen básica del horror. Cuando vivía en casa
de su madre no la dejaban cerrar con llave la puerta del cuarto de baño.
De ese modo, la madre quería decirle: tu cuerpo es como los demás
cuerpos; no tienes derecho alguno a la vergüenza; no tienes motivo
alguno para ocultar algo que se repite en decenas de millones de
ejemplares. En el mundo de la madre todos los cuerpos eran iguales y
marchaban en fila uno tras otro. La desnudez era para Teresa, desde su
infancia, el signo de la uniformidad obligatoria del campo de
concentración; el signo de la humillación.
Y aún había otro
horror, nada más empezar el sueño: ¡todas las mujeres tenían que cantar!
No era sólo que sus cuerpos fuesen iguales, igualmente despreciables,
que fueran meros mecanismos sonoros sin alma, ¡sino que además las
mujeres se alegraban de ello! ¡Aquélla era la alegre solidaridad de los
imbéciles! Las mujeres estaban felices de haberse deshecho de la carga
del alma, de ese ridículo orgullo, de la ilusión de la excepcionalidad,
felices de ser por fin todas iguales. Teresa cantaba con ellas pero no
se alegraba. Cantaba por temor a que, si no lo hiciera, las mujeres la
mataran.
¿Pero qué significado tenía que Tomás les disparara y que cayeran una tras otra muertas a la piscina?
Las
mujeres que se alegran de ser idénticas e indiferenciables celebran en
realidad su muerte futura, que hará que su identificación sea absoluta.
Por eso el disparo no era más que la feliz culminación de su marcha
macabra. Por eso, después de cada disparo de la pistola, empezaban a
reír alegremente y, mientras el cadáver se hundía bajo la superficie,
ellas cantaban aún más alto.
¿Y por qué era precisamente Tomás el que disparaba y por qué quería matar también a Teresa?
Porque
había sido él mismo quien había hecho que Teresa fuera a parar allí.
Eso era lo que quería decirle a Tomás el sueño, ya que Teresa era
incapaz de decírselo por su cuenta. Ella había venido a buscarlo para
huir del mundo de la madre, donde todos los cuerpos eran iguales. Había
venido a buscarlo para que su cuerpo se volviese único e irremplazable. Y
ahora él volvía a dibujar el signo de la igualdad entre ella y las
otras: a todas las besa igual, las acaricia igual, no hace ninguna,
ninguna, ninguna diferencia entre el cuerpo de Teresa y otros cuerpos.
De ese modo la había mandado de vuelta al mundo del que quería escapar.
La había mandado a marchar desnuda junto a otras mujeres desnudas."
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